lunes, 24 de enero de 2011

mi reino por un hombre

"¡me cago en la hostia!", repitió hasta tres veces en voz alta, pero nadie allí le entendió. Se plantó de cuatro zancadas en la calle, se arrancó los zapatos y el reloj, y deambuló por el polvo, como tantos otros, buscando un comprador. Despojarse de aquellos objetos que le eran valiosos fue más fácil de lo que hubiese pensado. Estiró y ordenó varios billetes según su valor, entró en el hospital, y acercándose de nuevo al mostrador, arrojó el dinero. Salió lanzando insultos en su idioma de marciano a todo el que se le cruzó. Se sentó descalzo en los escalones de la entrada, agarrando en el puño la pequeña cruz del cuello. "Espero que no haya nada después de esta puta vida, o tendré que penar por todas estas blasfemias".

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