martes, 5 de abril de 2011

he levantado esta casa

entre cuatro paredes ciegas: mía, infranqueable. Todo está en su sitio. Afuera escucho dar patadas y voces, y se que tapan el sonido de la lluvia amorosa que lame los muros, que viene en mi busca. Otros días la encuentro más oscura y silenciosa, y entonces tengo la certeza de que fuera el sol brilla más rabiosamente sobre los injustos. En mi refugio sólo entra quien yo quiero, nadie de carne, nadie de uniforme. A veces salgo a dar un paseo, vestido ligero con mi dignidad intacta, me sumerjo desnudo en el lago helado, escucho en el fondo las risas, las palabras cariñosas de mis seres queridos. Pero nunca canto, nunca se me ha dado bien. A diario rezo por mis vecinos, que se mudaron a una casa más amplia y soleada. "Le soltamos porque delató", me dan la lata.

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