jueves, 30 de junio de 2011

No es volver

Se marchaba de casa, de los barrios y de sus recuerdos con piedras en los zapatos y ganas de volver. Se definía casi como apátrida en textos, charlas y contubernios, pero llevaba sus calles de infancia y adolescencia más clavadas que un jodido deseo carnal. Mas miedoso de lo que sus palabras enseñan, más casero, más de por aquí, más castellano. Decía sentirse extraño hasta en su cama, en las maderas de su cuarto, en sus paredes. Mentía, era extraño por genes o costumbre, pero la comodidad de las 4 paredes y las 8 esquinas le mantenía cuerdo. De compañías eternas, en la tierra y en los secretos, se las llevaba todas. Intentaba llevarse, no sabe si en un bolsillo amarrado a la entrepierna, o en el velcro del pantalón, los utensilios de supervivencia en tierra ajena. No haría de la aventura una tragedia, no lo era, ni haría grandes celebraciones de duelo. De acuerdo con las reglas de comportamiento y decoro, se despediría de todos hasta una próxima vez que, tan indeterminado como ha venido siendo siempre, volvería a casa, a los barrios, o a aquello que todos buscamos, aunque le demos vueltas a las cosas, o le pongamos adjetivos, o discutamos sobre su nombre y sus competencias. Y todo para seguir viviendo esa extraña comodidad que tanto extrañaba fuera.

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