coincidimos años después en
cualquier sitio, a una hora indecisa entre el anochecer de un día y el otro,
con un vaso lleno estando el mío vacío. Qué bárbaro, ahora nos sacamos casi
diez años, pensó. Se que lo pensó porque lo dijo, y lo dijo porque uno puede
decir lo que se le antoje, dijimos, o puede que no. Empezamos a hacernos
preguntas, pero en aquel nolugar, no llevaban sino a la infinita repetición de
porqués de la infancia. Y allí fuimos por cierto, paseando por el pasado, que
tenía forma de feria, llegamos a la noria. Le invité a su subir, no llevo
dinero. No has cambiado, me insultó. Tú en cambio pareces tener cien años. Y
giró la conversación, lentamente hasta pararse en lo más alto del vértigo. ¿Te
acuerdas? Claro. Éramos tan idealistas. Y empezamos a bajar. Bien, ¿y qué más?
No hay nada más, mi, la vida, mi vida, es sólo eso. Se paró la noria. Ahora
pareces otro. Tú en cambio pareces más joven que entonces. Entonces, ¿nos
vamos? Creo que me quedo a tomar otra. Y allí le dejé dándole vueltas.
(reeditado, noviembre de 2011)
No hay comentarios:
Publicar un comentario