domingo, 3 de marzo de 2013

a dos revoluciones

coincidimos años después en cualquier sitio, a una hora indecisa entre el anochecer de un día y el otro, con un vaso lleno estando el mío vacío. Qué bárbaro, ahora nos sacamos casi diez años, pensó. Se que lo pensó porque lo dijo, y lo dijo porque uno puede decir lo que se le antoje, dijimos, o puede que no. Empezamos a hacernos preguntas, pero en aquel nolugar, no llevaban sino a la infinita repetición de porqués de la infancia. Y allí fuimos por cierto, paseando por el pasado, que tenía forma de feria, llegamos a la noria. Le invité a su subir, no llevo dinero. No has cambiado, me insultó. Tú en cambio pareces tener cien años. Y giró la conversación, lentamente hasta pararse en lo más alto del vértigo. ¿Te acuerdas? Claro. Éramos tan idealistas. Y empezamos a bajar. Bien, ¿y qué más? No hay nada más, mi, la vida, mi vida, es sólo eso. Se paró la noria. Ahora pareces otro. Tú en cambio pareces más joven que entonces. Entonces, ¿nos vamos? Creo que me quedo a tomar otra. Y allí le dejé dándole vueltas.

(reeditado, noviembre de 2011)

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