El juego es fácil y necesario. Llegas e inmediatamente abstraigo tu cara y me transporto. Mueves los labios y yo escucho lo que quiero. Así cambio tu ‘hola’ por un ‘te he echado de menos’, igual que cambio esta silla por un prado. Convierto el vil roce de mejillas en un orgasmo. Las reglas del juego son así de simples. Eres feliz, porque me da la gana. Empiezas a hacer sinopsis de tu vida, y joder, mi alma se aburre y muta al instante todo lo que dices en secretos cercanos y bajitos. Me divierte pensar que el vaso que te llevas a los labios son los míos. Me entra la risa si con el ruido de fondo te entiendo decir ‘la vida sin ti no es vida’. Ahora tus viajes son nuestros viajes, y los fracasos los transformo en música, o lo que sea. Perdona, es que no se si has dicho que vas al baño o que me amas. La despedida, por supuesto, no es a base de besos de vapor. 'Hasta mañana’ suena mejor.
Luego te marchas, desapareces caminando vida abajo. Creo que llevabas ese alegre 'me importas una mierda' en las pupilas. Lo importante es participar, dicen.
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