viernes, 2 de octubre de 2009
piedra
Contempló los pedazos de roca esparcidos por la habitación. [Había ido demasiado lejos]. Lloró profundamente, acorralado por aquel mar de pequeños mármoles. [Se había cansado de trabajarla con milimétrica suavidad, y la tallaba con inspirado salvajismo. No había sabido parar hasta que la roca era más pequeña que los trozos que de ella arrancaba]. Se sintió vacío. Dejó caer sus herramientas. [Había destruido su más valiosa posesión; su sueño, su pesadilla]. Observó; uno; por; uno; los miles de brillantes arrojados al suelo. Pasaron así las horas, y no supo moverse. [Ya apenas recordaba su forma primera. No sabría explicar siquiera por qué la había elegido. La había recorrido con sus dedos durante horas. Conversaba con ella, poderosa pero inocente, desconocedora del cincel que la abriría la primera herida]. Con el avanzar de la tarde, las perlas se encendieron al apagarse la habitación. [En alguna ocasión había intentado arrinconarla, trabajar en otra cosa, pero entonces aquella roca le magnetizaba hasta quedar abrazados]. En su cuidadoso examen de los cristales, olvidó comer algo. [Volvieron a su cabeza cada una de las transformaciones, cada deformación y cada mejora, los momentos de placer y los dolores de cabeza]. Se acurrucó en el suelo, sin atreverse a tocar uno solo de aquellos diamantes. [Deseaba poder recuperar su piedra. Quería tenerla de nuevo, tan sólo un rato más entre sus manos]. Se hizo la oscuridad finalmente y cayó dormido en aquel cielo estrellado.
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