jueves, 29 de octubre de 2009

y bromeaba

hasta de lo más sagrado. Bromeaba sobre dios. Y lo negaba trescientas veces antes de que cantase el timbre. O andaba cuarenta días por una ciudad desierto, con ampollas en los talones y empapado, a ver si se topaba con su rastro.

y bromeaba sobre el demonio, y contaba haber bajado a los distintos infiernos e intercambiado absurdas palabras con él. O se encontraba allí con la salvaje orgía de una sociedad en la que un alma se salva condenando a la prójima. “Es una sala de proyecciones”, decía, “una sala de cine mudo”, y me asustaba, “sordo, ciego, sin nariz, boca, ni piel”.

y bromeaba sobre la felicidad. Y llenaba para siempre de carcajadas el aire y los vasos; y cubría de abrazos a los suyos y a los otros. O lloraba con el enredo de las sirenas en el atasco, y con el invisible caer de los frutos en el parque, al otro lado de la reja.

y bromeaba, por qué no, sobre el amor. Y lo mismo besaba los cuerpos de todas las muchachas, que abrazaba infinitamente a la única mujer del sosiego. “Más valdría”, se reía, “enamorarse en otoño y dejar los versos para la primavera; pero ni tú ni yo somos capaces”.

y bromeaba sobre el pasado. Y daba igual contar nuestras historias al revés o del derecho; rebobinar la cinta a cámara lenta o super-rápida; vestir al villano de coraje o mostrarle desnudo. “Pocos nos recordarán”, comentaba nostálgico, “muy pocos nos recordarán por lo que de verdad, de verdad, fuimos”.

y bromeaba también sobre las piedras. Colocaba una pequeña sobre su palma, la ladeaba a un lado y otro, y se creía en posesión de un brillante escarabajo. Se burlaba de lo físico hasta tal punto que salía del baño guardando algo de luz entre sus manos para moverse por el oscuro pasillo, o se decía capaz de atrapar al vuelo el humo de los cigarrillos.

y bromeaba incluso sobre la muerte. Decía estar igual vivo que cadáver. Hacía imposibles juegos de palabras donde uno podía morirse tres veces de la risa en un sólo día y vivir para escribir su propia elegía. Por desgracia, todos aguantaban mejor o peor sus bromas, menos la muerte. Maldita sea, de nada servía cuanto se hiciese el valiente si ella decía venir a humillarle, a hacerle sentir diminuto, a robárselo todo, a hacer que se mease encima.

2 comentarios:

  1. va, que sé que os gusta que comente!

    bestiaaaaaaal, como siempre :)


    javifeu.

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  2. coincido. los pelos de punta.
    :)

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