lunes, 13 de abril de 2009
En otra vida
- ¿Todavía así?
- Esto mejorará pronto, estoy seguro.
- Nunca deberías haber acabado aquí, lo hiciste por vocación y ya no sabes salir. Deberías volver a casa, a este paso te vas a morir…
- No, a casa no voy a volver.
- No seas tonto. ¿Al menos Ella está bien? ¿Está contigo?
- Ella…
Ella se fue. Se apagó a los pies de su cama, entre sábanas enfermas en un edificio en ruinas. Allí se despidió, perdida desde hacía demasiado tiempo. Perdida entre mucha pintura y muy poca ropa. Se había perdido entre manos sucias y dientes gastados que compraban amor a billetes rotos. Se perdió entre esquinas que unían nada con menos, entre demonios y éste ángel que la llevó al infierno. Se marchitó como se marchita quien solo vive de palabras, quien vive para ella y para todos los demás. Se despidió asustada, asustada de las calles y sus habitantes, asustada de mí, asustada de marcharse sin querer. Puede que también lo vendiera. Vendió tanto en rincones que se llevó su condena de propina, se llevó hasta su cama un reloj de arena, que grano a gramo fue haciéndola desaparecer. Vendió su vida en pequeñas raciones que luego no pudo recuperar.
Quise hacer girar el mundo para ella y solo conseguí que se cayera. Le prometí libertad para vivir y apenas si tuvimos aire. Le prometí sueños y solo le regalé hambre. Hubo mil y una promesas, y al menos mil mentiras…
Quise llevarla al cielo y la perdí por el camino.
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