viernes, 31 de julio de 2009

monstruos

No se si a ustedes les ocurre, no se si por las noches duermen con su conciencia tranquila sobre la mesilla, o si en la oscuridad de sus cuartos les visitan horribles fantasmas. Yo nunca he sido miedoso. De niño nunca temí a las criaturas de la noche. Pensarán que me he vuelto loco, pero ahora, cuando la vida se va a dormir, los monstruos de mi armario danzan a sus anchas. Un día fuimos amigos, pero por alguna razón ahora me visitan y estropean mi descanso. Hay de todo en este universo demoníaco: un esqueleto, limpio y esbelto, sonriente, reflejo del más bello de los cuerpos, desaparecido, convertido en polvo de carne y poco más. Hay un monstruo verde, feo, el más hermoso de su planeta al que una noche dijo que me arrastraría, que intenta liberarse de sus cadenas e igualmente intenta hacer de mi su esclavo. Está esa niña, sonriente, con su cinta roja en pelo y todo, uno de los peores monstruos, la engañosa inocencia, los errores no pagados del pasado. A estas fiestas nocturnas no falta el vampiro, de vestido apretado, tela negra rasgada por fatales deseos, borracho de sangre y placeres. Sin embargo, la criatura que más me desvela es el terrible muerto viviente. A éste todos le conocen de sobra. Parece que apenas se mantiene en pie lo justo para caminar, pero correr es tan inútil como intentar acabar con él. Te persigue con su lenguaje incoherente, con su aliento maldito, es la muerte y el olvido andantes, es el silencio y la rutina babeantes, intentando morderme, contagiarme. Su mordisco es una infección de soledad, es la distancia que ella marca entre nosotros, es la enfermedad que cada mañana creo vencer y que cada noche me derrota.

(diciembre 2008)

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