Creo, uno ha de pedirse perdón por estas cosas. Cuando después de días de lucha, flaquea y se traiciona. Si colgando, incomprendido, se rinde y eleva la cabeza al cielo. Si pide que se le libere del peso de ser consciente de sí mismo; que le estirpen el deseo de buscarse, la necesidad de encontrarse; que le cierre la puerta que un día entreabierta mostró un sencillo camino, verdadero, infeliz.
Amanecí soleado, satisfecho de no haberle dado oídos a dios. Recuerdo de hoy la imagen de un cristo anónimo, al que matan hombres iguales que los que le resucitarán. Tiene el cuerpo molido, de diario, y sus ojos miran hacia este suelo.
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