domingo, 17 de octubre de 2010

de sueños y árboles


se sentó en la escalera y agarró el bolígrafo del optimismo, cuya escritura siempre tuerce ascendente, esparciendo pequeñas gotas de amable lluvia sobre el rostro en blanco. Se dispuso a escribir palabras trepadoras, optimistas girasoles, y como en alguna ocasión, sus pies apuntaron a la tierra con fuerza de vida, y creció, y sus largos rizomas atravesaron llanuras y montañas y escarbaron bajo los océanos. Se convirtió en extenso árbol, pero no dejó de ser animal, ánima, alma.
Esta vez resultó diferente, sus enraizadas piernas se cruzaron con otras muchas extremidades soñadoras. Los sueños (contrariaramente a lo que se piensa) no se elevan hacia las nubes o la luna, ni cuelgan como parras, sino que atraviesan la pétrea corteza, se extienden por la tierra, buscan hacerse reales.
Al tiempo, en un único abrazo arbóreo agarraron con firmeza los confines del mundo, y tiraron de ellos hasta convertirlo en una gran galleta pangeica. La Tierra, la reapodaron, la de los fraternos humanos, en la que pueblos invasores se encontraron con insalvables obstáculos montañosos, y hombres sedientos bebieron de las ricas entrañas del suelo hasta caer sentados.

(historia basada en hechos reales)

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