domingo, 16 de enero de 2011

Césped

Y me dijeron que hablara, y que recordara, y les hablé. De aquello que era vida. De estar preocupado por no llegar muy tarde a casa. Ya fuera suya o nuestra, aquello daba igual. De llegar siempre con cervezas en las venas, mahou como norma. De tener como punto de partida un escalón que hacía las veces de bar, casa y parque. Del verdadero parque unas risas más arriba, de sus bancos y sus verdes, de aquella manera de esconderse cuando tocaba, siempre entre bromas. De sus habitantes. sobre todo de sus habitantes. De sus mejillas, siempre tan rojas como las quisiéramos pintar. Era divertido contar la manera en la que nos creíamos las historias de como crecer. De como  intentamos vivirlas, con mayor o menor fortuna, de contarlas entre carcajadas, aplausos o burlas según se diera el caso. De contar los pasos sin miedo por todos los que quedaban, los que quedan aún. De jurar por todo que no olvidaríamos jamás aquello. De haberlo firmado en papel, del bueno. Y de haberlo cumplido. De esperar que en medio siglo pueda contar una historia parecida a quien me pregunte.

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