lunes, 28 de noviembre de 2011

Días de Abril

Con esa lividez de los que se marcharon sin saber volver, ojos cerrados y escondidos dentro, alguien agarrado a sus entrañas como si anclara al suelo al viajero, la cama de siempre con ruinas de metal en los bordes, la habitación húmeda de despedidas y los pasos que pesan al llegar. Ruido de murmullos y sin inmutarse, la vida en recuerdos y la otra de nuevo aquí, las manos frías y pronto lo demás, ruido también de puertas y de prisas, los susurros al oído y no hay quien los escuche, no vayan a engañarnos. Fin a varios meses, que siguieron a unos años, que contaron otra historia. La pequeña, encogida, de nuevo en infancia, y en la habitación contigua el futuro en silencio, ajenos, ausentes y lejanos. Mañana de nubes y el cuarto en penumbra, no es pronto para casi nada, y los papeles te roban los segundos, destino de barro, de piedra y madera. No abre los ojos, y es hora de marchar, que el frío no nos acobarde, que recordemos el calor, que los labios tan grises no nos roben el sueño, que le dejen descansar, que nos sostengan las piernas, y la cabeza, y que no se nos olvide nunca esa habitación con luces, con mañanas de soles, y las promesas, que no se pierdan las promesas.

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